Bienvenido

sábado, 20 de marzo de 2010


EL PERFUME: HISTORIA DE UN ASESINO


Es muy difícil para una película retratar el mundo de los olores, al igual que lo es para un escritor desmenuzar dicha experiencia sensorial utilizando sólo la palabra. El universo imaginativo del cineasta no se puede tocar, oler ni saborear, sólo apreciarlo y escucharlo con ciertas restricciones.
Lo que un filme puede hacer de manera más eficiente es entregarnos un retrato de la personalidad del protagonista, ahondar en sus deseos, motivaciones o en su perfil psicológico; contarnos sus vivencias inmediatas o de muchos años atrás, su relación con otros personajes. Pero no hay duda que lo que hizo Memento para la memoria a corto plazo, El perfume no lo puede hacer para los olores.
Aún así esta propuesta, logra desplegar fascinantes ideas y vivencias utilizando astutamente lo que el medio audiovisual permite, confeccionando un retrato de un asesino que, en pocas palabras, o se odia o se ama.
Como una adaptación parece que hace un muy buen trabajo, sabiendo aprovechar las herramientas necesarias para retratar al personaje y su mundo. La riqueza psicológica de la propuesta no se encuentra en la superficie. El espectador debe interpretar e ir configurando el perfil constantemente. Se trata, tal como una de las técnicas que utiliza el perfumista, de destilar el relato para extraer su esencia. El tercer acto, que estoy seguro generará pasiones o furias entre los espectadores, será difícil de digerir dada la naturaleza del mismo, pero el mundo de Grenouille y el efecto de su obra maestra –un perfume que contiene la esencia de doce mujeres vírgenes y una prostituta– debe ser así: una metáfora de las aberraciones que cada uno lleva dentro. Después de todo me parece que todos tenemos algo de Grenouille por dentro. Esta no es una película para cualquier gusto, pero para todo aquel que aprecie el mundo creado por Süskind (autor del material original), me parece que el filme es una entusiasta adaptación. Para aquel espectador promedio que se encuentre por primera vez ante Grenouille, Grasse y Baldini, la experiencia tal vez no resulte tan halagadora. Este es uno de los raros casos en que no es un personaje y su simpatía o empatía lo que hace fascinante el material, sino las ideas y posibilidades que se despliegan ante tan peculiar historia y trasfondo psicológico.


FRIEDICH KAINZ "LA ESENCIA DE LO ESTÉTICO"

El adjetivo "estético" no tiene para nosotros una significación objetiva, sino, en primer término, una significación de estado, funcional. Designa un determinado punto de vista, un tipo de apercepción, una manera de concebir la vivencia de la captación de los valores y del comportamiento cultural espiritual.
El mejor camino para explicar la peculiaridad y el carácter específico e irreductible de este punto de vista consiste en poner algunos ejemplos que ilustren la mutua distinción entre este modo de enfocar las cosas y los demás. Supongamos que tres hombres recorren un bosque. Uno de ellos es botánico. La belleza del bosque le es indiferente; lo que busca en los árboles y en las plantas, al examinarlos, es una visión teórica de su morfología, de la fisiología genética y sistemática vegetal; toda su preocupación se dirige a ver las cosas tal y como ellas son en sí mismas. Su actitud obedece a un punto de vista teórico intelectual. El segundo de los tres hombres de nuestro ejemplo es un leñador: ha recibido orden de entregar una determinada cantidad de madera, y examina los árboles buscando los más adecuados para cortarlos y sacar de ellos la madera que debe suministrar. El punto de vista de este segundo personaje es absolutamente práctico. El tercero es un excursionista, entusiasta de la naturaleza. No ha venido al bosque tratando de enriquecer sus conocimientos ni su visión teórica; tal vez no sabe siquiera o, si lo sabe, no se preocupa de ello si los árboles que tiene delante son pinos o abetos. Le tiene sin cuidado, asimismo, el aspecto económico material del bosque. Lo único que en él busca es contemplarlo, recrear en él su mirada. No mira, por decirlo así, por encima del bosque, hacia otros objetivos, sino que deja que su mirada se pose amorosamente en él complaciéndose en contemplarlo con despierta y profunda sensibilidad. El suyo es el punto de vista estético.

Otro ejemplo. Varias personas ven cómo una casa arde en medio de la noche. Una de ellas se pone a cavilar cómo ha podido producirse el incendio y examina la posibilidad o las posibilidades de que se extienda. Adopta, al hacerlo así, el punto de vista teórico intelectual. Otra, impulsada por un sentimiento activo de compasión hacia los moradores de la casa, corre a ella para prestarles socorro y ayudar en la extinción del incendio: adopta, por tanto, una actitud eminentemente práctica. El tercer punto de vista posible, el estético, es el de quien no se para a pensar ni corre a apagar el fuego, sino que lo contempla, sencillamente, viendo en él un espectáculo bello, aunque pavoroso.Ni siquiera las obras de arte pueden estar seguras de encontrarse siempre con una actitud estética por parte de quien las contempla, aunque en este caso la actitud del espectador no es tan facultativa como en los casos anteriores, sino que siempre y cuando que sea la adecuada al objeto se ve encauzada por él hacia determinados derroteros. Cuando un profesor de estética examina una catedral gótica para ver cómo se han resuelto en ella los problemas planteados por la técnica de la bóveda, aborda la obra arquitectónica contemplada con una actitud teórico intelectual. El que, a la vista de la catedral, se lamenta de lo que considera como un derroche de dinero y de trabajo, por creer que los medios empleados para levantarla habrían podido invertirse con mejor fruto, se coloca en el punto de vista práctico. Quien contempla la catedral desde el punto de vista estético es el que se limita a recrearse con la sublime belleza de su fábrica, sin ver en ella más que los valores impresionantes, emotivos, que la mera contemplación de la obra revela.